Pues, de hecho, lo era. Y es que para los romanos el año empezaba en Martius, Marzo, el mes dedicado al dios de la guerra. Más concretamente en las calendas (el primer día del mes, palabra que, por cierto, ha derivado hasta "calendario") de dicho mes, ya que era cuando se nombraban los cónsules que gobernarían durante ese año. Pero entonces, ¿cómo pasó hasta el 1 de enero?
Pero dividir el año en diez meses daba demasiadas irregularidades y había que estar metiendo meses nuevos constantemente. Así, Numa Pompilius decidió añadir dos meses al final del calendario, después de Dicember: Ianiarius y Februarius.
Así pues, había que actuar con rapidez. Pero si esperaban hasta Martius para nombrar a los cónsules y que éstos comenzaran a preparar la campaña, entre celebraciones y preparativos, las tropas no estarían listas para partir hasta el verano, y entonces ya sería demasiado tarde ya que los belos se habrían atrincherado lo suficiente. Además, comenzar una campaña en verano no siempre era seguro ya que, si se prolongaba más de lo esperado, podía llegar el invierno antes de que la campaña se hubiera terminado con éxito. Por ello se decidió nombrar a los dos cónsules en las calendas de Ianuarius, enero, en vez de esperar hasta Marzo. Así, cuando llegara la primavera los cónsules lo tendrían todo preparado para marchar sobre esos sediciosos celtíberos antes de que se hicieran demasiado fuertes.
Y así es como, por culpa de una ciudad hispana que quería ampliar sus murallas, ahora en todo el mundo celebramos el Año Nuevo el 1 de enero.
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