El artículo de hoy no es fácil de
hacer, pero sí necesario. Necesario para que veamos en qué se
pueden llegar a convertir una ciudad y sus habitantes cuando se queda
aislada y sin suministros y se ve invadida por la miseria y la
desesperación. Y para que veamos hasta dónde pueden llegar algunas
guerras, culpables de causar todo esto.
Hoy, por lo tanto, hablaremos del sitio
de Leningrado o, más bien, de cómo se vivió dentro de la ciudad y
las nefastas consecuencias que tuvo.
En plena Operación Barbarroja, Hitler
dio orden al Grupo de Ejércitos Norte de ocupar Leningrado, una
ciudad que consideraba vital en sus planes de dominio.
Las tropas alemanas fueron tomando las
zonas circundantes y cortando carreteras y vías ferroviarias. Hasta
que el 15 de Septiembre de 1941 se completó el cerco y la ciudad
quedaba totalmente aislada del exterior. Su cuenta atrás había
empezado, y con ella una hambruna atroz que sesgaría la vida de
miles de soldados y civiles, quedando como un trauma en la memoria
colectiva de la que antaño había sido capital de Rusia. Por delante
de ellos tenían 872 días hasta poder salir de la ciudad, días en
los que su amada metrópoli se convertiría en el peor de los
infiernos y, en algunos casos, sus vecinos en el más temible enemigo, poseídos por el hambre y la desesperación.
Ciudadanos de Leningrado sacando agua de un pozo frente al Palacio de Invierno. |
Nada más empezar el asedio, las
autoridades rusas establecieron raciones alimenticias diarias,
limitadas a 500 gramos para los obreros, 300 para los niños y demás
empleados y 250 para los no trabajadores (o mejor dicho, los que no
tuvieran un trabajo remunerado, ya que toda la población participó
en la instalación de las defensas de la ciudad, ya fuera en fábricas
de armas, sirviendo en el frente o cavando trincheras, algo que, como
veremos más adelante, hacían hasta los niños).
La situación empeoró aún más
cuando, aún en septiembre, los bombardeos alemanes arrasaron los
silos de almacenamiento abarrotados de grano y harina, destruyendo
parte de las ya de por sí escasísimas provisiones.
Como consecuencia de esto, se redujeron
las raciones a 300, 250 y 125 gramos respectivamente, alimentos
insuficientes para hacer frente al invierno, que se asomaba ya por
las puertas de cada hogar.
Y es que la falta de alimentos y
combustible coincidió con uno de los peores inviernos que había
vivido la ciudad, con temperaturas que se desplomaron hasta los
-30ºC.
Miles de civiles murieron de frío en
sus hogares, y la situación fue tal que la desesperación llevó a
la población a quemar la biblioteca de la ciudad para intentar
afrontar el duro invierno y escapar del gélido abrazo de la muerte,
que se estaba dando un festín con los indefensos y ya débiles
ciudadanos.
Según avanzaba el asedio se intentaron
diversos métodos de obtener alimentos sintéticos (como una especie
de harina sintética creada a base de conchas, caparazones y serrín)
pero eso no pudo evitar que la población consumiera apenas el 10% de
las calorías indispensables. Como vemos, la desnutrición hacía
estragos en los atormentados habitantes.
También hubo varios intentos de
penetrar en el cerco y establecer líneas de suministro que
conectaran con la famélica ciudad. A lo largo de 1941 y 1942 hubo
varios intentos de levantar el cerco, pero fallaron. Se intentó
suministrar a la ciudad por vía naval a través del lago Ládoga,
pero los barcos fueron bombardeados por los Stuka alemanes y muchos
acabaron hundiéndose con su valioso cargamento en el fondo del lago.
Durante el invierno se creó el llamado “Camino de la vida”, que,
atravesando el lago helado, se intentaba llevar víveres a la ciudad
así como evacuar civiles. Sin embargo, los camiones eran blanco
fáciles para la aviación alemana (más aún cruzando sobre una
inestable capa de hielo), y eran a menudo destruidos con su valiosa
carga -fueran suministros o personas-, razón por la cual acabó
siendo conocido popularmente como el “Camino de la muerte”.
Mientras tanto, volviendo al otro lado
de las líneas alemanas, la ciudad se revolvía entre miseria, caos y
muerte. No resultaba extraño ver a alguien esquelético desmayarse
en plena calle para morir poco después, presa de la inanición.
Después de haber devorado toda clase de animales en la ciudad,
cuando llevaban ya un año sitiados, empezaron a verse informes de
canibalismo entre los ciudadanos. Como consecuencia de esto nos
quedan terribles relatos, como un informe que nos habla de una madre
que asfixió a su bebé de dieciocho meses para alimentar a sus otros
tres hijos. Además, algunos grupos desesperados comenzaron a
asesinar personas para alimentarse de su carne o intercambiarla por
algún otro alimento.
Al final de 1942, el NKVD había
arrestado ya a 2.105 caníbales, agrupados en dos tipos: comedores de
cadáveres y comedores de personas, siendo estos últimos los que
habían asesinado a sus víctimas. De entre todos los arrestados sólo
el 2% tenía antecedentes criminales.
No obstante, a pesar de estas cifras
perturbadoras, el canibalismo no fue tan común como el asesinato
para robar las cartillas de racionamiento de las víctimas.
¿Qué mas le esperaba a la famélica y
desesperada población de Leningrado? Porque, seamos sinceros, es muy
difícil imaginar una situación más difícil que esta. Por suerte
para los sitiados, en enero de 1943 se llevó a cabo la “Operación
Chispa”, en la que se consiguió romper parte del asedio y abrir
una vía de suministros, que aliviaría la fatídica situación de la
ciudad, pero no evitó que cientos de ciudadanos siguieran muriendo
de hambre y frío.
Finalmente, el 14 de enero de 1944 se
inició una nueva ofensiva soviética para intentar liberar la
ciudad. Pero mucho había pasado desde los fracasados intentos
anteriores. Stalingrado y Moscú pesaban como una losa para el
ejército alemán, que ya no era ni una sombra de lo que había
llegado a ser en los días en los que iniciaron el sitio. Desde el
inicio de la ofensiva, las tropas soviéticas barrieron en cuestión
de días al 18º Ejército alemán. Por fin, el sitio había sido
levantado. La ciudad estaba de nuevo abierta y las comunicaciones se
restablecían. El infierno había pasado.
Las consecuencias del sitio son
espeluznantes: las cifras oficiales hablan de 700.000 civiles
muertos, pero algunas fuentes elevan esta cifra desde el millón y
medio hasta los dos millones de civiles fallecidos. En 1945
Leningrado recibió el título de Ciudad Heroica. Aun así,
difícilmente lograrían los afectados olvidarse de lo ocurrido y eso
no les devolvería a sus muertos, ni tampoco borraría este terrible episodio de sus vidas.
Una muestra más cercana de las
penurias que tuvieron que soportar la encontramos en el diario de
Tanya Sávicheva, una joven que apenas tendría 11 años cuando vio
su ciudad sitiada y aislada del resto del mundo. La situación en
Leningrado no estaba como para ahorrar papel, ya que en su mayoría
fue quemado para intentar protegerse del frío del invierno. No obstante, esta joven decidió conservar seis pequeñas páginas, a modo de
diario, con anotaciones breves pero espeluznantes, amargas y
contundentes, en las que vemos cómo van muriendo todos los miembros
de su familia, uno a uno, hasta quedarse sola.
Tanya Sávicheva junto con sus seis pedazos de papel en los que, a modo de improvisado diario, narraba de manera breve pero contundente la desgracia de su familia. |
Las notas decían así:
Zhenia murió el 28 de diciembre de
1941, a las 21:30 horas.
La abuelita murió el 25 de enero de
1942, a las 3:00 pm.
Leka murió el 17 de marzo de 1942,
a las 5:00 am.
El tío Vasia murió el 13 de abril
de 1942, 2 horas después de la medianoche.
El tío Lesha el 10 de mayo de 1942
a las 4:00 pm.
La mamá el 13 de mayo de 1942, a
las 7:30 am.
Los Sávichev murieron.
Murieron todos.
Sólo quedó Tanya.
Disculpa,pusiste NKDV pero es NKVD!! interesantes datos por cierto!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
Eliminar¡Ya está corregido! Errores de redacción, se me fueron las letras al escribir jejeje. ¡Muchas gracias! Me alegra que te gustara.
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