Corvus - El arma que puso el Mediterráneo a los pies de Roma

Generalmente tendemos, y con razón, a contemplar al ejército romano como una apisonadora de guerra imparable que llegó a poner a toda Europa, desde Britania hasta Siria, en las manos de Roma. No está lejos de la verdad, pero debemos tener en cuenta que incluso este ejército tenía sus debilidades. Debilidades que corrigieron con gran ingenio y volvieron en su favor, una de las características que permitió el continuo avance de aquel pueblo que consiguió llamar al Mediterráneo su mar personal.

En esta ocasión nos centraremos en la primera vez que se enfrentaron contra el que sería su gran rival en el Mediterráneo, su némesis, la heredera de Tiro, Cartago. La y el escenario, Sicilia y las agitadas aguas que la rodean.

Roma, que hasta entonces había orientado sus avances militares en la doctrina terrestre contra el resto de pueblos con los que tenía que compartir la península, carecía de una flota fuerte y eficaz, al contrario que Cartago, dueña de los mares y maestra en el comercio.
De hecho, los únicos barcos de los que disponía Roma eran civiles, destinados para el transporte, pero vitales en la tarea de llevar tropas a Sicilia.

Una vez en tierra, los ejércitos romanos superaban ampliamente a los cartagineses, que se vieron obligados a atrincherarse dentro de sus ciudades. Pero los asedios por parte de Roma no eran tan eficaces como cabría esperar, ya que Cartago seguía enviando suministros a las ciudades sitiadas por vía marítima.

Roma, por aquel entonces, no podía hacer nada contra la armada cartaginesa salvo lanzar a la desesperada sus galeras en una embestida frontal, esperando que alguna llegara a impactar con el espolón. Gracias quizás a un favor del destino, o a la pura casualidad, encuentran un quinquirreme cartaginés que había encallado en la costa. Así, copian su modelo y pronto ponen en marcha todos sus astilleros para producir tantas naves como les sea posible. Pero una flota de naves copiadas de las cartaginesas no bastaba para derrotar a un rival con tantísima tradición y experiencia naval.

Es por ello que, fruto del ingenio y la inventiva romanos, nace el corvus, una escalera con poleas sostenida en el casco de la nave que permite hacer de pasarela hacia la otra nave. Es, en definitiva, un puente de abordaje anclado a la nave. La parte final de éste, hecha de metal, penetraba y se aferraba a la madera del barco enemigo, sujetándolo, impidiendo que escapara de su nefasto destino. Permitía, por tanto, convertir el escenario marítimo, que tantos quebraderos de cabeza había dado a Roma, en un campo de batalla sobre suelo firme, donde sin duda se sentían más cómodos y lograrían arrollar al enemigo sin mucha dificultad.
Podemos pensar que, para ahorrar vidas durante el abordaje, los primeros en cruzar el corvus se colocarían a ambos lados de la pasarela, protegiendo con sus escudos al resto de soldados que cruzarían para asaltar el barco enemigo, evitando así que fueran alcanzados por los proyectiles púnicos.

Imaginemos la cara de los marineros cartagineses, experimentados en el combate naval y acostumbrados , al ver que decenas de soldados romanos, fuertemente armados y acorazados, cruzan imparables a través de un extraño artilugio, preparados para abordar la nave.
Por lo tanto no es de extrañar que se creyera, con razón, que una vez que se conseguía alcanzar a la nave rival y tender el corvus, los marineros romanos tenían la victoria prácticamente asegurada.



Como podemos ver, otra de sus ventajas era el enorme impacto moral que tenía sobre los cartagineses, además de la sorpresa inicial de ver un artefacto con el que los temidos soldados romanos podían llegar sin problemas a su barco sin que ellos pudieran hacer nada para impedírselo, para después sembrar el terror entre los marineros púnicos, que poco podían hacer contra los soldados de una nación tan especializada en combatir sobre suelo firme como lo era Roma.

Precisamente la batalla de Mylae, que tuvo lugar en el 260 a.C. en la costa nororiental siciliana, fue la primera victoria marítima en la historia de Roma, la primera vez que conseguían vencer a sus enemigos no sobre tierra firme sino sobre los maderos de las galeras, y fue, de hecho, la primera vez que se usó el corvus, su exitoso bautismo de fuego.



Sin embargo, el corvus no estaba exento de desventajas. Debemos tener en cuenta que un instrumento así pesaba lo suyo, y al estar sólo en un lado de la nave, hacía que ésta se desequilibrara con más facilidad, siendo mortal en caso de que hubiera alguna tempestad, ya que el barco podía llegar a naufragar por su culpa.

Probablemente fuera ésta la causa por la que después de la Primera Guerra Púnica el corvus desapareció misteriosamente, dejando de ser mencionado en las fuentes clásicas y abandonándose repentinamente al olvido, ya que se dejó de incorporar a las nuevas naves construidas. También debemos considerar que para entonces Roma ya dispone de una flota fuerte y bien entrenada, capaz de superar a la cartaginesa, por lo cual este elemento tan arriesgado quedó desechado.
Además, debemos recordar que la clave del corvus estaba en la sorpresa inicial que generó en las primeras batallas contra los púnicos. Una vez los cartagineses conocieron el funcionamiento de este artefacto, simplemente se dedicaban a evitar dichas naves, lo cual no era difícil ya que los barcos cartagineses podían fácilmente superar en velocidad y maniobrabilidad las pesadas galeras romanas, entorpecidas por el uso de este pesado artificio.


Por ello, tal vez pueda considerarse al corvus más bien una respuesta desesperada frente al poderío naval cartaginés, que pese a sus desventajas era lo único que les daba la oportunidad de derrotarlos, quedando condenado al abandono en cuanto la flota romana se hizo lo suficientemente grande y experimentada como para plantar cara a sus rivales sin la necesidad de usar este artilugio. No obstante, fue éste el que permitió a Roma obtener sus primeras victorias contra Cartago y el que le dio tiempo para desarrollar una flota que, ya en la Segunda Guerra Púnica, conseguiría dar verdaderos quebraderos de cabeza a la flota cartaginesa.

En definitiva, como hemos visto, el corvus hizo posible que los romanos derrotaran a un rival más fuerte y mejor preparado en el combate marítimo, y fue éste el instrumento que permitió el inicio de un proceso del que Roma saldría convertida en la potencia hegemónica del Mediterráneo.

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